Por qué he dejado de ser ciclista urbano en Madrid

Este es el post que nunca me hubiera gustado escribir. Pero circunstancias mandan y después de varios meses de intento me he decidido abandonar el intento de ser ciclista urbano en Madrid. Voy a repasar las diferentes circunstancias y normativas que han provocado mi decisión dejar de ser ciclista urbano en Madrid.

Al tratarse de un tema polémico en el que muchos partiréis de opiniones preconcebidas, debo decir que voy a limitarme a contar mi experiencia personal. No trata de sentar cátedra. Ni de culpar a unos colectivos por encima de otros. Simplemente voy a contar por qué yo iba en bicicleta a trabajar como ciclista urbano en Madrid y por qué he dejado de hacerlo. Vamos allá:

No se respeta la distancia de seguridad

El primer factor  es la distancia de seguridad. Prácticamente ningún coche respeta en Madrid la distancia de seguridad de 1,5 metros. Y sí, también en ciudad se debe respetar ese metro y medio, como se indica en Ley de Seguridad Vial. Pero no existe concienciación. Los coches te pasan rozando. Y cuando hay varios coches es aún peor. Porque los coches que van detrás prácticamente no tienen posibilidad de verte y simplemente te esquivan cuando ya están encima. Una pena. Pero es la realidad de mi día a día yendo y viniendo desde casa al trabajo en Madrid.

No se respeta la velocidad máxima

Otro aspecto que llama la atención es la facilidad con la que los coches pueden circular  a más de 50 km/hora por ciudad. En este caso no es por desconocimiento. Me atrevería a

ciclista urbano en Madrid

decir que todo el mundo, vale, salvo algún iluminado que siempre habrá, sabe que la velocidad límite en las vías urbanas es 50 km/hora. Pues bien, en cuanto están en una vía con cierto es

pacio entre semáforos los coches aceleran y superan esa velocidad sin ningún problema, aumentando el riesgo de accidente, especialmente si vas en bicicleta. Los controles de velocidad brillan por su ausencia y, además, “todo el mundo lo hace”. Pues eso, mi segunda razón para no ser ciclista urbano en Madrid.

La policía municipal

Es curioso ver cómo los coches se pueden saltar la normativa sin problemas, ya lo hemos visto en el caso de la velocidad o en el caso de la falta de respeto al metro y medio. La Policía Municipal es testigo de todas estas infracciones de tráfico sin hacer nada por evitarlo. Es más, no solo los coches. Los peatones cruzan por lugares indebidos, sin semáforo, sin mirar…pero la Policía Municipal no castiga sus infracciones.

En cambio, yo viví la siguiente experiencia. Voy haciendo el trayecto desde un barrio de Madrid hacia el centro, respetando todas las normas. Parándome por supuesto en todos los semáforos, incluso los peatonales, respetando los pasos de cebra, con mi luz trasera y mi timbre, como indica la normativa municipal. Pero llego a un semáforo, lo veo en rojo, me detengo, y cometo un error.  Sí, me equivoqué. Se encendió el ámbar para los coches que iban a girar a la izquierda y yo lo capté como un ámbar para todos. Total, que reemprendí la marcha. Os aseguro que antes miré a izquierda y derecha y comprobé que era seguro pasar el semáforo. Pero justo delante estaba la Policía Municipal. Y sí, me pararon. Y sí, me  multaron, con 200 euros por saltarme un semáforo.

¿Injusto? Pues sí y no. Cuando eres un ciclista cívico que respeta las normas de tráfico y te pillan en un tu único error, estamos ante una situación más de mala suerte que injusta. La sanción fue justa, no me quejo de ella. Pero me quejo del criterio general. ¿Por qué conductores y peatones pueden cometer infracciones generalizadas sin recibir sanción? Quiero decir, cuando llegué al semáforo me estaban adelantando decenas de coches sin respetar el metro y medio. Pero para ellos no hubo sanción. Pero claro, al ciclista raro que va a contracorriente en plena hora punta de Madrid vamos a sancionarle para dar ejemplo. Mientras me multaban, varios peatones cruzaron la calle aledaña con su semáforo en rojo sin problema alguno.

Al respecto, os remito a un post de EntreGloberos sobre el Plan Velo realizado en París, que plantea permitir a los ciclistas saltarse semáforos en determinadas circunstancias precisamente para fomentar el uso de la bicicleta en la gran ciudad.

La intimidación de los desaprensivos

Me sucedió también en varias ocasiones recibir insultos y gritos de conductores atrapados en su universo de estrés simplemente por el hecho de ser ciclista. Esto se llama discriminación, así de claro. A algunos les sorprende que otros optemos por otras soluciones de movilidad que no sean las suyas y lo demuestran de la única forma que saben, insultando y gritando. En general, intentas que no te afecte, pero la realidad es que no son situaciones cómodas. Y acaban afectando, o al menos sumando como factores negativos a seguir siendo ciclista urbano.

Los peatones

¿Qué pintan los peatones en mi lista ? Y que conste que yo soy peatón, y de los buenos. Pero en la generalización suponen un obstáculo muy importante para el ciclista. Porque el ciclista no hace ruido y el peatón cruza a oído. Y ahí chocan ambos universos. Yo iba tranquilamente por mi vía, y en los pocos ratos que los coches me dejaban tranquilo, los peatones, precisamente por no haber coches, se lanzaban a cruzar por doquier, sin mirar. Eso provoca un alto estrés, usando todo el tiempo el timbre para ser oído y no atropellar a un peatón.

Las puertas de los coches aparcados

El ciclista urbano se ve abocado a vivir en entre la espada y la pared. La espada es la de Damocles, es decir, echarte a la izquierda para ir por el centro del carril, que es por donde se debe circular en ciudad, aunque pocos lo sepan y/o lo entiendan.  Por eso, si circulas por donde debes, en el centro del carril, los coches te pitan porque les molestas. Y repito que es precisamente lo que aporta seguridad al ciclista para que el coche te tenga que adelantar por el otro carril respetando la distancia. Y si te echas a la derecha para dejarles pasar, además de que te pasan rozando, aparece el peligro de los coches aparcados.

Podría ser un libro de aventuras, “El peligro de los coches aparcados”. Pero desgraciadamente es una realidad. La puerta de cualquiera de ellos se abre a toda velocidad sin darte a tiempo a reaccionar. Total, que entre la espada y la pared, el ciclista debe ir con tantas alertas encendidas que llega a convertirse en una actividad muy estresante.

La desconsideración social

Y además de todo esto, cuando cuentas en entornos no ciclistas que has optado por la bicicleta para moverte por ciudad aparecen las acusaciones de todo tipo y condición. Que si “todos los ciclistas somos…” que si “hace falta estar loco”, que si “un día te va a pasar algo”, etcétera. Os aseguro que los entrecomillados podrían continuar de forma indeterminada.

EN RESUMEN

Por estas razones y seguramente por alguna más, como la incomodidad de llevar elementos de seguridad, mi experiencia de ir al trabajo en bici ha durado solo unos pocos meses. Os aseguro que era algo que me llenaba de ilusión y que sigo haciendo pequeños trayectos cuando el trayecto preveo que sea poco transitado o es en fin de semana. Pero lo de ir desde un barrio periférico hasta el centro de Madrid se acabó. Me he dejado vencer, sí, soy un globero, como el propio nombre de mi blog indica, pero he desistido.

Solo espero que poco a poco se siga abriendo camino y cambien usos, costumbres y normas para que en breve pueda escribir un post sobre por qué he vuelto a ser ciclista urbano en Madrid. ¿Y vosotros? ¿Vais al trabajo en bicicleta? Vuestros comentarios serán bienvenidos.