El Tour 2015 ha sido de los más igualados de los últimos tiempos. La última etapa de Alpe D’Huez con Quintana atacando a Froome resultó todo un espectáculo y el recorrido, caracterizado por la ausencia de una contrarreloj larga, fue cómplice de esa igualdad. Porque si hubiera habido una contrarreloj de 40 o 50 kilómetros, Quintana seguramente habría perdido un tiempo que habría eliminado toda igualdad en la carrera.
Ya antes de este peculiar Tour 2015 me había preguntado por qué las grandes vueltas no hacían más ensayos de recorrido para conseguir finales más igualados. Pero siempre la primera contrarreloj se encargaba de poner patas arriba las grandes vueltas marcando unas diferencias insalvables para los escaladores. Quizás con al salvedad de la Vuelta, que lleva ya varios años con contrarrelojes cortas para que no se hagan esas diferencias insalvables. Y con buenos resultados en espectáculo y emoción.
Sin ir más lejos, recordemos la época de Indurain, en la que con solo una contrarreloj prácticamente todos sus rivales quedaban descartados. En aquellos tiempos nunca se intentó poner un recorrido anti-Indurain como habría sido el de este año. Sí que se intentó cambiar una contrarreloj llana por una cronoescalada. Y en aquel Tour, con Ugrumov de rival, Indurain no ganó la etapa, como habría hecho en cualquier contrarreloj llana, sino que quedó terecero superado por Ugrumov (ganador de etapa) y Pantani. El ruso le sacó más de tres minutos y el italiano casi dos, como muestra la clasificación de aquella etapa de 1994 que terminó en Avoriaz.
Bien es cierto que en ese momento las diferencias eran ya tan altas que Indurain prácticamente no se jugaba nada, pero en todo caso, ahí están los resultados. Pongo como ejemplo a Indurain porque él habría sido de los pocos corredores que, quizás, a pesar de ser la contrarreloj su gran especialidad, incluso sin ella podría haber ganado igualmente los Tours que ganó. Pero actualmente no hay un Indurain, ni un Hinault, ni mucho menos un Eddy Mercks. Pero si hay algo que desequilibre la balanza es la contrarreloj.
Muchos pensarán, y seguramente no les faltará razón, que el ganador de una gran vuelta debe ser un corredor completo que se defienda en todos los terrenos y diferenciarán entre ser el Rey de la montaña o el ganador de un Tour. Estando de acuerdo con esta reflexión, para mi ahora mismo hay otros factores preeminentes. El ciclismo ha perdido casi toda la credibilidad que tuvo antaño por los escándalos de dopaje. Una cuestión que queda de manifiesto cada vez que cualquier ciclista hace una etapa memorable, como le pasó a Froome en La Pierre San Martin. Asestó un golpe a la general y rápidamente comenzaron las sospechas sobre él. Bien es cierto que alimentadas por una declaración de Lance Armstrong, pero no solo por esto. Porque la gran masa de “aficionados futboleros” -con perdón- al día siguiente se apresuraron a apoyar la teoría de que Froome iba dopado. ¿Por qué? Pues simplemente porque ese día vieron a un ciclista tener su gran día. Y en este contexto de sospecha y de pérdida de afición, lo que ahora prima es recuperarla, atraerla con espectáculo. ¿Y dónde está el espectáculo que arrastra masas? En la montaña, sin lugar a dudas.
Y si encima hay igualdad, mucho mejor. Habría sido mucha la audiencia que se habría perdido si Quintana llega al Alpe D’Huez a cinco minutos. Pero llegó a 3 , una distancia ya de por sí prácticamente insalvable, pero su ataque y la reducción de tiempo progresiva hicieron revivir la afición por el ciclismo a muchas personas.
Sin contrarreloj hay más igualdad y, por tanto, mayor emoción
Y por eso, porque creo que es el momento de incentivar el espectáculo y la emoción para atraer a la gente al ciclismo, considero que el recorrido del Tour 2015 ha sido un gran acierto y creo que las demás grandes vueltas deberían imitarlo para repetir terceras semanas como la vivida en la Grande Bouclé. ¿Un recorrido desequilibrado la eliminación de las contrarrreloj largas? Sí. Pero primero recuperemos a los futboleros. Devolvamos al ciclismo a la tertulia de bar sin mencionar la palabra dopaje. Y después ya habrá tiempo de recuperar las contrarrelojes. O quizás ni haga falta. Porque el ciclismo ha cambiado y las diferencias en montaña ya tampoco son las de antaño. También está la solución salomónica, una contrarreloj llana de media distancia (25/30 kilómetros) y una cronoescalada.