Cuando llueve no solo se nubla el cielo, sino la propia vida del ciclista, que ve mermadas sus posibilidades de disfrutar de su deporte favorito. Esas semanas que predicen lluvias enganchan al ciclista a la vorágine adictiva de seguir la web de la aemet como si ninguna otra cosa existiera. Hay incluso verdaderos expertos que buscan pueblo a pueblo las posibilidades de recorrer una ruta con las mínimas posibilidades de que caiga un aguacero. Suelen ser los líderes y coordinadores de los clubes, que suman a sus funciones ordinarias la de una especie de contramétodo zahorí que busca estar alejado del agua. Y todo ello por un motivo concreto: el barro deteriora nuestras preciadas bicicletas.
La pregunta que nos hacemos en cada situación de predicción de lluvia es si salir o no salir, esa es la cuestión, que diría Shakespeare. Y, como suele ocurrir, no hay una respuesta válida para todos. Están los que disfrutan del combinado lluvia-ciclismo como si se tratara de una fiesta de los maniquíes, o los que miran a las nubes como en Canción Triste de Hill Street. También están los que salen porque han visto un claro, y acaban regresando a casa cabizbajos y fracasados con la D de derrota marcada en su frente.
Los consejos de un mecánico profesional
Para unos y para otros, en este post vamos a analizar de la manera más objetiva qué pasa en nuestro bien más preciado, nuestra bicicleta, cuando optamos por exponerla a la lluvia y al barro. Y no vamos a especular, sino que nos hemos basado en la ayuda de un mecánico profesional con una gran experiencia, Lucho Rodríguez, que ha pasado por los talleres de bicicletas de las tiendas más prestigiosas, entre ellas Búho Bike. Y que ha visto y arreglado todo lo habido y por haber.
Lucho confirma a EntreGloberos que algunos componentes de nuestra montura sufren especialmente con la lluvia. Y no tanto con las gotitas que caen directamente desde el cielo a la bici, sino especialmente con las piedrecitas mojadas del suelo que van saltando y se van pegando como lapas a los diferentes mecanismos de la bicicleta, especialmente a los móviles, como en los siguientes ejemplos:
La cadena, centro neurálgico de las consecuencias del barro
La cadena es uno de esos componentes móviles que más deterioro sufre con la arenilla y el barro. Las pequeñas piedrecitas se incrustan, se quedan pegadas al propio lubricante de la cadena y se convierten en una amalgama que va ejerciendo presión y rozamiento contra todos los componentes que forman parte de la transmisión: coronas, platos y la propia cadena, contribuyendo al desgaste prematuro de todo el conjunto.
Cómo sufren platos y coronas con el barro
Como hemos comentado en el anterior apartado, las piedrecitas húmedas se van acumulando en la cadena y van creando pequeños depósitos en los platos, provocando, además de un desgaste prematuro, un funcionamiento irregular de la transmisión, con posibles saltos de cadena, desajustes o ruidos. Los saltos, además, como os podéis imaginar provocan , a su vez, más desgaste y, sobre todo, un gran peligro de caída, por lo que minimizar los riesgos es prioritario.
Rodamientos con barro
Otro de los componentes móviles para los que no es nada bueno el barro son los rodamientos. Todo un mundo el de los rodamientos que nos explica a la perfección Maillotmag en este post . Los hay de todo tipo y condición, de bolas, agujas, conos…Y están en diferentes partes de nuestra bici: las ruedas, el cassette, el eje pedalier, la dirección… Además de que requieren un mantenimiento adaptado al tipo de rodamiento y al componente del que forman parte, el barro es un elemento que contribuye a reducir su vida útil y a fomentar la aparición de molestos ruiditos que nos aguarán la fiesta.
¿Afecta el barro más a la carretera o a la mtb?
Las bicis de carretera juegan con cierta ventaja en cuestiones de barro. En primer lugar, la carretera no acumula tanta piedrecilla ni barro como un camino. En segundo, las mtb, especialmente las dobles, son más sensibles a esta exposición por su estructura y componentes. Por tanto, la bici de carretera no es que salga indemne, pero menos que las mtb.
¿Y CÓMO SE PUEDEN MINIMIZAR LAS CONSECUENCIAS DEL BARRO?
Pues para esto solo hay dos vías, la primera es la más obvia, no salir los días lluviosos. Es mi fórmula favorita porque evitas a la bicicleta esa exposición innecesaria. Eso días de fin de semana lluviosos se puede aprovechar para hacer otros deportes o simplemente para tener más tiempo para la familia y hobbies complementarios. Aunque, lo sé, ninguno como el ciclismo.
La otra vía es salir, pero asumiendo las consecuencias, ya que esta decisión supone tener que limpiar de la manera más cuidadosa la bicicleta. Además de mantenerla perfectamente lubricada al final del lavado. Si optas por esta vía, ten en cuenta que los mantenimientos periódicos los deberás llevar a rajatabla, sustituyendo la cadena seguramente en menor tiempo y con menos kilómetros de lo habitual. Y requiriendo un exhaustivo mantenimiento de los rodamientos por un mecánico profesional. Ya se que hay muchos manitas del mantenimientos que lo hacen por sí mismos, pero también deben contar con el tiempo extra de dedicación y, por tanto, con menor dedicación a quehaceres, hobbies o familia. Es el denominado coste de oportunidad, nada sale gratis en esta vida, ni siquiera salir a disfrutar de la libertad del ciclismo cuando las nubes se ponen caprichosas.