Cada fin de semana los ciclistas nos enfrentamos a un peligro que se repite cíclicamente, ese cóctel de primera hora de la mañana que contiene conductores jóvenes, alcohol o drogas o ambas al mismo tiempo, el atropello a un ciclista (o varios) y la huida. Poco después, las pruebas que dejan en el lugar del accidente o el arrepentimiento espontáneo hacen que su fuga solo haya sido momentánea. Pasan un rato en el calabozo, y salen rápidamente con una mínima fianza. Más adelante llegará la sentencia, y como en la mayoría de los casos no hay antecedentes, evitarán la prisión o pasarán en ella un tiempo testimonial.
El auge del uso de la bicicleta ha provocado un aumento de los siniestros y esta escena se repite ya con cierta frecuencia agotando la paciencia de muchos ciclistas, que se ven impotentes y claman medidas de protección. La primera medida que piden es el endurecimiento de las penas para los conductores implicados en atropellos de este tipo. Como suele suceder cuando se piensa en acciones cortoplacistas, los que piden este tipo de medidas consideran que el endurecimiento de las sanciones va a conllevar una reducción de los atropellos a ciclistas.
El endurecimiento de las penas a quienes atropellan ciclistas, motivo de debate. Foto de marchasyrutas.
Lo ideal sería que todo el colectivo ciclista se sumara a una reivindicación común para mostrar unidad frente a un tema que nos atañe a todos, pero sinceramente no creo en los fuegos artificiales. Endurecer las penas sería un juego de artificio para contentar al colectivo durante un tiempo, pero no tendría efectos reales a largo plazo en la reducción de las muertes de ciclistas en carretera. ¿Por qué? A continuación expongo mis razones.
1.- Porque la percepción social del ciclista es negativa.
Cuando se habla de ciclistas en entornos en los que no hay ciclistas se repiten consideraciones peyorativas hacia nuestro colectivo, como por ejemplo que nos buscamos el riego que corremos, que a quién se le ocurre exponer su integridad por un hobby, que los ciclistas somos los primeros que circulamos mal, etcétera. Y esa percepción no va a cambiar por el hecho de que se penalice el atropello al ciclista.
2.- Porque no se ha demostrado que endurecer las penas reduzca los delitos
El ejemplo más palpable es el de la pena de muerte en EE.UU. ¿Acaso hay menos delitos en EE.UU. que en otros países que no tienen pena de muerte? Pues no, porque cuando una persona decide cometer un delito no piensa en la pena que le puede acarrear. Solo piensa en que no le van a pillar y en que saldrán indemnes. Pero al cometer el delito no piensan en la pena.
Con una sentencia de digamos 20 años a un homicida de ciclistas podríamos contentar a la familia del fallecido en un momento determinado. Pero las medidas yo creo que deben estar enfocadas a evitar que suceda en el futuro, y metiendo en la cárcel 20 años al homicida no vamos a evitar que otros conductores borrachos o drogados sigan atropellando igualmente a ciclistas.
3.- Porque debe haber un equilibrio entre los diferentes delitos penales
Porque los diferentes delitos tipificados en nuestro código penal tienen penas equilibradas. Hay que recordar que un caso como el de la violación en grupo de La Manada ha acabado con una pena de 9 años de cárcel para los violadores. ¿Sería justo que un violador esté 9 años en la cárcel y un conductor que atropelle a un ciclista 10 o 20? Al menos sería discutible.
Algunos pensaréis, pues que suban todas las penas. Y no digo que no, pero eso ya conllevaría una modificación de todo nuestro sistema penal y, por tanto, sería una cuestión que iría mucho más allá de la problemática específica de los ciclistas.
4.- Porque la percepción de riesgo de coger el coche en estado de embriaguez sigue siendo baja
¿Cambia algo que el atropellado sea un peatón, o un motorista? Me refiero a estos dos colectivos porque también están en desigualdad de condiciones frente al coche. Pues no, el problema de fondo es que una persona decida coger un coche después de haber consumido alcohol o drogas.
Esa percepción del riesgo sigue siendo baja, hasta el punto de que en muchas conversaciones entre amigos que salen por la noche es común coger el coche y beber, y cuando alguien lo recrimina o advierte, se encuentra con razones como por dos copas no pasa nada”, “de aquí a mi casa a estas horas no creo que haya ningún control” o “con la cena que he tomado tendría que beberme dos botellas enteras para dar positivo”, entre otras, todas ellas provenientes de situaciones reales.
Esto sucede porque España es un país permisivo con el alcohol, donde se permite conducir con algunos grados, lo que crea confusión sobre la cantidad que puede dar o no dar positivo, y sobre la propia percepción del alcohol como elemento de riesgo.
¿Y qué otras soluciones se pueden llevar a cabo entonces?
En mi opinión, las soluciones deberían estar enfocadas al largo plazo centrándose en la educación, la concienciación y en el refuerzo de la vigilancia. Concienciación para mejorar la percepción social del ciclista, pero también sobre la percepción de riesgo del alcohol y las drogas. Porque muchas personas, especialmente jóvenes, siguen pensando que no pasa nada.
Y el refuerzo de la vigilancia de las carreteras frecuentadas por ciclistas, con disponibilidad de medios para asegurar que los coches nos adelantan respetando el metro y medio, por ejemplo. Sería efectiva la creación de un cuerpo de guardias civiles que fueran camuflados de ciclistas para poder asegurar in situ el respeto de las normas y las correspondientes sanciones, tanto económicas como en reducción de puntos.
Y todo ello para mejorar la convivencia y la educación vial, que obviamente está fallando y que se debe reforzar con medidas planificadas que vayan mucho más allá del mero endurecimiento de las sanciones.