En el debate sobre si los carriles bici deben ser segregados, es decir, separados e independientes del resto del tráfico rodado, o integrados, como una extensión de la propia calzada por la que circulan los vehículos a motor, voy a decantarme por la opción segregada y os voy a explicar las razones en este post.
Antes debo decir que en realidad los carriles deberían adaptarse a uno u otro formato en función de las circunstancias, por lo que seguramente no hay una única solución “buena”, pero yo parto de la realidad que tenemos actualmente en las grandes ciudades, basándome en varias razones:
Razones culturales
En España hay escasa cultura ciclista urbana, los conductores nos ven en muchas ocasiones como locos aventureros que nos jugamos la vida gratuitamente. La incomprensión es generalizada y, en ocasiones, se convierte en ira rápidamente.
Movilidad adaptada al vehículo a motor
Las urbes han basado su crecimiento anteponiendo las necesidades de los vehículos privados. Y deshacer décadas de crecimiento no es un paso que se pueda dar fácilmente ni mucho menos.
El propio miedo de los ciclistas
En muchas ocasiones muchos potenciales ciclistas urbanos no se atreven a dar ese salto hacia empezar a utilizar su bici en la ciudad para ir a trabajar, hacer compras, etc, por miedo a ese escenario de dictadura del coche.
Si bien muchos colectivos ciclistas bien formados defienden los carriles integrados para que los conductores se acostumbren a vernos y a compartir el espacio, algo con lo que he de decir que estoy de acuerdo como objetivo final a conseguir, creo que los pasos que se deben dar tienen que ser progresivos. Y en la actual etapa, en concreto en Madrid (porque el escenario de Barcelona, por ejemplo, es muy diferente por cultura y por uso más extendido de la bici urbana), estamos en un momento tan inicial y la supremacía del coche es tal que el primer paso es incentivar el uso de la bicicleta como transporte urbano seguro. Y esa sensación de seguridad se tiene en los carriles segregados mucho más que en los integrados.
Los carriles segregados conllevan dificultades logísticas y son difíciles de construir en los centros urbanos, donde hay muchas intersecciones y poco espacio. Lo se, pero esas dificultades se pueden solventar con medidas como la regulación por semáforos en las intersecciones, por ejemplo. Porque primero hemos de conseguir que el potencial ciclista sienta que puede circular con seguridad, por tramos independientes de coches.
Se trata de crear el espacio para que muchos ciclistas den el salto hacia la utilización de la bicicleta en la gran ciudad. Y cuando esos carriles se utilicen, cuando muchos ciclistas estemos en ellos entonces podrá empezar una segunda fase hacia la integración, que como digo me parece un escenario ideal pero poco realista para la situación de partida que nos encontramos en ciudades como Madrid, absolutamente tomadas por los coches.
Se trata de segregar primero para luego integrar, sin prisas, todo irá llegando a su debido tiempo. Porque si queremos integrar desde un primer momento, ahora mismo ni somos suficientes ciclistas urbanos ni conseguiremos que otros se sumen a entrar en la selva compartiendo espacio con los coches. Porque ni están dispuestos ni lo estarán.
Excelente planteamiento, con el que estoy totalmente de acuerdo, el colectivo ciclista es el elemento mas debil y por tanto el que necesita de protección, para encajar entre los automovilistas el uso y la presencia de la bici en la calzada, para ello, hara falta el uso de un buen “calzador” que ayude a encajar esta idea progresivamente, y para ello no encuentro mejor “calzador” que los carriles bicis segregados del trafico.